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lunes, 9 de agosto de 2010

Kenia

Kenia o Kenya (nombre oficial, Jamhuri ya Kenya, República de Kenia), república de África, miembro de la Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth), limita al norte con Sudán y Etiopía, al este con Somalia y el océano Índico, al sur con Tanzania, y al oeste con el lago Victoria y Uganda. Kenia tiene 582.646 km² de superficie.

Kenia cuenta con varias unidades de relieve bien definidas que se extienden desde la costa del océano Índico hasta las cimas de las estribaciones montañosas que alcanzan más de 3.000 m de altitud. Desde las llanuras costeras el terreno se levanta suavemente hasta una meseta amplia y árida que cubre la mayor parte del territorio al norte y al este. En el área central hay grandes cadenas montañosas de origen volcánico cuya altura más elevada la marca el monte Kenia (5.199 m). Más al oeste, una sucesión de montañas escarpadas perfila la demarcación de la inmensa depresión del Gran Rift Valley. Los ríos principales de Kenia son el Tana y el Galana (conocido como el Athi en su curso superior). Contiene casi toda la superficie del lago Turkana (lago Rodolfo) y una pequeña parte del lago Victoria.

El ecuador divide a Kenia en dos partes casi iguales. La región septentrional es cálida y recibe poca lluvia; al sur se extienden tres regiones: la costa es húmeda, con una temperatura anual que varía entre los 24,4 ºC en junio y julio, y unos 27,8 ºC en febrero, marzo y abril de promedio; las tierras altas son bastante templadas, y la región del lago Victoria tiene un clima tropical. Las estaciones lluviosas se desarrollan desde octubre hasta diciembre y desde abril hasta junio.

La flora de Kenia es diversificada. A lo largo de la costa se dan bosques que contienen palmeras, mangle, teca, copal y sándalo. Los bosques de baobab, euforbia (véase Euforbiáceas) y acacia cubren las tierras bajas hasta los 900 m de altitud. Las extensas zonas de sabana (pastizal), salpicada por bosquecillos de acacia y papiro, caracterizan el terreno desde los 900 hasta los 2.745 m de altitud. Los bosques ocupan el 6,1% (2005) de la superficie nacional. Las especies principales en la selva densa de las laderas montañosas del este y sureste son el alcanfor y el bambú. En la zona de cumbres (por encima de 3.550 m) hay grandes plantas de los géneros Senecio y Lobelia.

Kenia es famosa por la gran variedad de su fauna, sobre todo los grandes animales asociados a la sabana africana. Las mayores especies son el elefante, rinoceronte, cebra, jirafa, león y otros grandes felinos. Muchos están protegidos en parques nacionales y reservas de caza, pero la actividad furtiva ha reducido mucho el número de grandes mamíferos, sobre todo elefantes y rinocerontes. En Kenia hay abundantes especies de pájaros y reptiles, entre los que se encuentran las serpientes pitón y cobra.
Casi el 99% de la población de Kenia es africana negra. El país también tiene pequeños grupos de asiáticos, europeos y árabes. Los africanos negros se dividen en más de 30 grupos étnicos que pertenecen a cuatro familias lingüísticas: bantú, nilótica, paranilótica y cusita. Los grupos étnicos más numerosos son el kikuyu (21% de la población), el luhía (14%) y el kamba (11%) todos ellos de habla bantú; de habla nilótica es el luo (13%), mientras que el kalenjin (11%) es de habla paranilótica.

Se ha estimado que de la población de Kenia el 38% es protestante, el 28% católica y el 6% musulmana. El resto de la población practican, en su mayoría, diversos cultos tradicionales.

Casi todos los grupos étnicos africanos de Kenia tienen sus propias lenguas, algunas de ellas muy relacionadas entre sí. La lengua oficial es el swahili, que se ha convertido en la principal lengua africana desde comienzos del siglo XX. También se habla el kikuyu, el luo y el inglés. Véase también Africanas, Lenguas.

En 2006 el producto interior bruto (PIB) de Kenia era de 22.779 millones de dólares (según estimación del Banco Mundial), equivalente a 623,20 dólares per cápita. El sector primario (agricultura, silvicultura y pesca), es el sector económico más importante, ya que supone el 27,1% del PIB, ocupa al 19% de la población activa y el 39,6% de los ingresos por exportación proceden de la venta de alimentos. La actividad minera se realiza a una escala muy pequeña, sin embargo el sector industrial presenta un crecimiento mayor en Kenia que en otros muchos Estados del África negra, y supone el 18,8% del PIB. Después de la II Guerra Mundial, Kenia experimentó una de las tasas más altas de crecimiento económico debido a las fuertes inversiones extranjeras y a la llegada de europeos especializados en gestión y trabajos técnicos. La política del gobierno colonial consistió en dejar el crecimiento económico en manos de empresas privadas. Después de la independencia, Kenia se unió con Tanzania y Uganda en 1967 para formar la Comunidad Africana Oriental, con el propósito de desarrollar un mercado común en bienes y servicios entre los Estados miembros; la comunidad se disolvió en 1977. El presupuesto estimado de Kenia para 2004 calculaba unos gastos de 3.217 millones de dólares y unos ingresos de 3.357 millones de dólares.

La unidad monetaria es el chelín de Kenia, que consta de 100 céntimos (72,10 chelines equivalen a 1 dólar; 2006). Kenia tiene más gastos en importaciones que ingresos por exportaciones; en 2004 las importaciones se valoraban en 4.566 millones de dólares mientras que las exportaciones alcanzaban los 2.686 millones de dólares. Las exportaciones se dirigen principalmente hacia Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos y Uganda. Los productos exportados más destacados son café (el cultivo más comercial), té, productos petrolíferos, piña en conserva, cuero y pieles, sisal, carbonato sódico y extracto de pelitre (usado en insecticidas). Las importaciones proceden sobre todo de Gran Bretaña, Alemania, Emiratos Árabes Unidos y Japón y los productos principales son crudo de petróleo, maquinaria industrial, vehículos de motor, hierro y acero, utensilios agrícolas, productos farmacéuticos y abonos.

Los restos fósiles sugieren la presencia de homínidos primitivos en Kenia hace dos o tres millones de años. Hoy es un crisol de etnias y culturas, resultado de las incursiones efectuadas por diversos grupos desde hace 1.500 años. Antes del año 1.000 d.C., los clanes de pueblos nilóticos invadieron, desde el norte, África oriental. Los invasores, denominados hima, eran un pueblo de economía pastoril que constituyeron un núcleo aristocrático, introdujeron el ganado vacuno y desarrollaron reinos poderosos.
Las invasiones del pueblo bantú después del siglo XIV forzó a desplazarse a la mayoría de los nilóticos a lo que hoy es Uganda, o Tanzania. El pueblo luo permaneció y fue absorbido por la cultura bantú. Éste pueblo invadió Kenia por dos rutas: los pueblos kamba y kikuyu tomaron el camino hacia el norte desde el oeste del área de los grandes lagos y se instalaron en las tierras altas; el pueblo taita y otro pueblo costero bantú siguieron una ruta más al sur. Estos grupos se organizaron en clanes, sin ninguna institución social o política centralizada, incluido el pueblo kikuyu, el más numeroso de los grupos bantúes, que constituyó una sociedad basada en el clan. No tardó mucho en que surgieran los reinos bantúes por toda Kenia.
La fertilidad de las mesetas proporcionó el desarrollo de la agricultura. El pueblo bantú, que se instaló en el terreno del Gran Rift Valley, los valles y colinas de las tierras altas y las montañas Aberdare, defendieron su territorio de posibles invasores y pudieron seguir con sus sistemas políticos.
En el siglo XVII otro grupo de invasores llegó a Kenia desde la región norte del lago Turkana (lago Rodolfo). Estos fueron los masai, un pueblo del grupo lingüístico nilótico, acompañados de sus rebaños de ganado. El desprecio por el terreno de las mesetas a cambio de las llanuras centrales y meridionales de Kenia, produjo el choque con el pueblo bantú allá donde se encontraban en estas regiones. Su sociedad también se organizaba en clanes, y aunque el guerrero (o muran) era una figura dominante, el pueblo masai nunca tuvo grandes ejércitos organizados. Al igual que el pueblo bantú, presentaron escasa resistencia militar a los europeos que en el siglo XIX dividieron por completo África oriental.
Después del siglo XI, las áreas costeras estuvieron dominadas por comerciantes y pobladores del sur de la península Arábiga. Se establecieron varias ciudades-estado Zenj (denominadas así porque, en árabe, el país se conocía como la tierra de los Zenj o 'población negra'). Los más importantes fueron los de Malindi y Mombasa. Los intermediarios musulmanes fueron capaces de controlar el comercio interior, y sus ciudades se convirtieron en puertos importantes del sistema comercial del océano Índico. Con el tiempo, se formó una cultura mixta a lo largo de la costa, en la que se formó una lengua de carácter híbrido, el swahili, que se convirtió en la lengua de las relaciones comerciales de África oriental.
Por lo general, los estados Zenj estuvieron dominados cada vez más por los poderosos imperios marítimos no africanos. Uno de éstos fue el sultanato de Omán y Muscat, que durante siglos rivalizó con los europeos por la supremacía en la costa de África oriental. Los portugueses, tras el descubrimiento de la ruta marítima a la India en 1498 por Vasco de Gama, intentaron monopolizar todo el comercio del océano Índico, por lo que durante más de un siglo, a pesar de la resistencia, dominaron los estados Zenj. Fort Jesús, imponente fuerte del siglo XVI en Mombasa, se levanta como un monumento conmemorativo a su antiguo poder en la costa de Kenia. Después de que holandeses e ingleses arrebataran el comercio de los portugueses a comienzos del siglo XVII, los estados Zenj recuperaron su independencia.
A principios del siglo XIX, el sultán Sayyid Said de Omán conquistó todas las ciudades-estado al norte del cabo Delgado. Al gobernar un imperio comercial, no intentó dominar los clanes bantúes en el interior, por lo que, con el tiempo, trasladó su capital a la isla de Zanzíbar en la actual Tanzania. Las plantaciones de clavo en Zanzíbar y las arboledas de palmeras de aceite en Mombasa, desarrolladas por Said, necesitaban una gran cantidad de mano de obra que se cubrió mediante el comercio de esclavos. Controlado desde Mombasa y Zanzíbar, el comercio se extendió al interior de África, llegando hasta la República Democrática del Congo. Los tratantes de esclavos a veces atacaban a los débiles clanes del pueblo bantú, pero por lo general cambiaban esclavos con los estados más fuertes de África. La crueldad del comercio de esclavos reavivó el interés europeo en Kenia. El cónsul británico de Zanzíbar asumió el mando del movimiento contra el desarrollo de la esclavitud. Hacia 1850, a cambio de garantías de protección continuada, el sultán había firmado una serie de tratados que limitaba el ámbito de este comercio. Al final, en 1873, ante el temor de que los británicos apoyaran una ocupación de su imperio, Barghash, el hijo de Said, acordó su abolición.

John Kirk, cónsul británico desde 1873 hasta 1886, aconsejó al sultán Barghash que reclutara un ejército para anexionar la mayor parte de Kenia oriental y Tanzania. Al rehusar este consejo, el sultán estuvo indefenso frente a las ambiciones territoriales europeas. Los alemanes fueron los primeros, y sus peticiones estuvieron apoyadas en el Congreso de Berlín. En 1886 los británicos reconocieron la esfera de influencia alemana sobre la costa de Tanganyika (parte de lo que hoy es Tanzania), y conservaron Kenia bajo su control. En 1890, tuvo lugar otra división territorial: durante un tiempo, la Compañía de África Oriental mantuvo los intereses británicos en Kenia, pero en 1896 el ministerio de Asuntos Exteriores británico asumió el control directo, a causa de la decisión de trazar un ferrocarril desde Mombasa hasta el lago Victoria. La anexión británica no fue muy contestada por ninguno de los pueblos bantú o masai. En 1902, todo el territorio de Kenia se convirtió en una dependencia bajo el control de la Oficina Colonial Británica, que fue la base de operaciones británica durante la prolongada campaña en África oriental contra los alemanes durante la I Guerra Mundial.
El tipo de gobierno establecido en Kenia fue el sistema colonial, dependiente del Estado. El gobernador y los funcionarios de la Secretaría eran nombrados por Londres. La mayoría de los africanos siguieron bajo el mando de sus propios dirigentes, según el asesoramiento y la supervisión general de un funcionario británico. Se respetó la tierra de las tribus, pero todo el territorio desocupado se convirtió en posesión de la corona británica. Ya antes de 1900, algunos colonos blancos habían reconocido el valor económico de las tierras altas y empezaron a instalarse en las tierras fértiles adyacentes a Nairobi. Al final de la I Guerra Mundial, había más de 9.000 europeos en Kenia, y la mayor parte de las tierras altas se habían reservado para dar acogida a la creciente colonización blanca que contaba con el apoyo gubernativo en sus enfrentamientos con la población nativa. La depresión de la década de 1930 y el rápido incremento de la población mostró la insuficiencia de la tierra reservada a los africanos. Ante la imposibilidad de mantenerse por la escasa producción agrícola, muchos emigraron a las ciudades en busca de trabajo. En 1944 se formó una organización nacionalista, la Unión Africana de Kenia (KAU), que realizó una campaña para la redistribución de la tierra. En 1947, Jomo Kenyatta, un destacado kikuyu, se convirtió en su dirigente.
En 1952, una sociedad secreta kikuyu, el Mau-mau, inició un levantamiento contra el dominio colonial, aunque en la práctica, la mayor parte de la violencia se dirigió contra otros kikuyu acusados de colaborar con el poder colonial; durante cuatro años, fueron asesinados unos 13.000 kikuyu frente a sólo 30 europeos. Aunque el levantamiento no se extendió a otras tribus, el coste de las operaciones para garantizar la seguridad por parte del gobierno provocaron una crisis política. Se ilegalizó el KAU y su dirigente Kenyatta, fue encarcelado por supuesta complicidad con los Mau-mau.
Sin embargo, las autoridades coloniales tuvieron que enfrentarse a un cambio inevitable. Hacia 1956, cuando acabó la rebelión, habían abandonado su política favorable a los asentamientos de colonos blancos. Los africanos estaban comenzando a implicarse en el gobierno, en un proceso (como el que ya tuvo lugar en África occidental) que llevaría a una autonomía y a la independencia. Se formó un nuevo partido político africano, la Unión Nacional Africana de Kenia (KANU), que obtuvo la mayoría parlamentaria en las elecciones generales previas a la independencia celebradas en 1961. Sin embargo, el KANU rehusó formar gobierno mientras Kenyatta estuviera en la cárcel. Puesto en libertad en 1961, condujo al partido hacia una decisiva victoria electoral en 1963. El 12 de diciembre de 1963 Kenia se convirtió en estado independiente.
A pesar de los temores de los colonos blancos, el gobierno de Kenyatta resultó moderado, prooccidental y progresista. Aunque Kenia, hacia finales de la década de 1960 era, de hecho, un Estado de partido único, se permitió una considerable libertad dentro del partido, y el gobierno pocas veces abusó en sus actuaciones. La redistribución de la tierra (aunque se hizo en favor de los kikuyu) tranquilizó mucho la reivindicación de los dirigentes tradicionales. Kenia se convirtió en república en 1964, siendo Kenyatta su primer presidente. Procuró mantener unas cordiales relaciones con los países vecinos aunque esto fue difícil en ocasiones, en especial con el régimen de Idi Amin Dada en Uganda. En 1967 se creó la Comunidad Africana Oriental, una unión económica de los tres países, considerada como un primer paso para la unificación política; esta intención desapareció progresivamente, aunque a comienzos de la década de 1980 los miembros de la antigua comunidad consideraron su restablecimiento. La política moderada y estable del gobierno de Kenyatta atrajo a un gran número de inversores extranjeros; se estableció una nueva área industrial cerca de Thika, y se modernizó la zona central de Nairobi. La industria del turismo, fundamentada en las grandes reservas nacionales de fauna salvaje, se expandió rápidamente para convertirse en la fuente más importante de entrada de divisas. Kenyatta fue reconocido a la hora de su muerte en 1978 como Mzee, (el viejo brujo), no sólo por su propio pueblo sino por una amplia serie de dirigentes mundiales.
Los temores ante una posible guerra civil entre los grupos luo y kikuyu tras la muerte de Kenyatta resultaron infundados y su sucesor, Daniel Arap Moi, miembro de la tribu kalenjin, al principio mantuvo la moderación política y económica de su antecesor. Sin embargo, en junio de 1982, convirtió oficialmente a Kenia en un Estado de partido único. Dos meses más tarde, las tropas leales aplastaron un intento de golpe de Estado por unidades de la fuerza aérea. Según avanzaba la década de 1980, el gobierno se enfrentó a una corriente creciente de críticas desde dentro y fuera del país. Muchos de los dirigentes críticos de Moi fueron encarcelados. A finales de 1991 las principales instituciones financieras internacionales y varios gobiernos occidentales suspendieron su ayuda económica, como una forma de forzar al gobierno de Moi a realizar reformas políticas y económicas. Los partidos de la oposición fueron legalizados más tarde y el 26 de diciembre de 1992 se celebraron las primeras elecciones multipartidistas de Kenia. Moi y el KANU fueron reelegidos con una cómoda mayoría. Sin embargo, la elección (en la que todas las partes capitalizaban las fidelidades tribales) provocó un torrente de violencia étnica, principalmente dirigida contra los kikuyu en el poder, decenas de miles de personas fueron desplazadas de sus hogares y cientos asesinados hacia la mitad de la década. Al mismo tiempo, el gobierno continuó hostigando a los grupos de la oposición y se introdujeron duras reformas económicas ante la insistencia de las organizaciones financieras internacionales dirigidas a luchar contra la corrupción, pero provocaron una inflación vertiginosa, el incremento del desempleo y severas restricciones en los servicios públicos.
En agosto de 1997 estallaron de nuevo graves conflictos de carácter étnico en el país, y en noviembre el presidente Moi disolvió el Parlamento como paso previo a la celebración de elecciones un mes después, fecha en la que concluía su mandato quinquenal, tras dos décadas en el poder. Previamente, en el mes de septiembre, el presidente había pactado con algunos sectores de la oposición, tras las marchas y manifestaciones en demanda de una mayor democratización del país, ciertas reformas constitucionales mediante las que quedaban derogadas varias disposiciones de época colonial que prohibían la participación electoral de los grupos opositores. Estos grupos se presentaron divididos a los comicios, por lo que Moi fue reelegido presidente en diciembre.
Las elecciones presidenciales y legislativas celebradas el 27 de diciembre de 2002 marcaron el fin de la hegemonía de Moi y de su partido. En las presidenciales, Emilio Mwai Kibaki, presentado por la opositora Coalición Nacional Arco Iris (NARC), logró el 62,3% de los votos y se impuso al candidato del KANU, Uhuru Kenyatta, hijo del primer presidente del país, quien consiguió el 31,3%. Además, la NARC tendría mayoría absoluta en la nueva Asamblea Nacional gracias a sus 132 diputados. Tres días después, Kibaki sucedió de forma oficial a Moi en la presidencia.
En un referéndum celebrado el 21 de noviembre de 2005, los ciudadanos rechazaron el borrador de una nueva Constitución que había sido motivo de graves enfrentamientos hasta en el seno del propio gobierno. Dos días después, el presidente, que había apoyado el proyecto constitucional (en tanto que reforzaba los poderes del jefe del Estado), disolvió el gobierno, varios de cuyos integrantes se habían opuesto a la aprobación de esa nueva Carta Magna.
En los comicios desarrollados el 27 de diciembre de 2007, Kibaki obtuvo la reelección al recabar el 47% de los sufragios, por el 44% de Raila Odinga y el 9% de Kalonzo Musyoka. El triunfo de Kibaki, salpicado de acusaciones de fraude, generó graves disturbios y enfrentamientos entre grupos afines al presidente (principalmente vinculados a la etnia kikuyu) y opositores al oficialismo (pertenecientes, como Odinga, al grupo étnico luo). La crisis (que había desencadenado una auténtica tragedia: aproximadamente 1.500 personas muertas y casi medio millón de desplazadas) solo pareció llegar a su fin después de que, en febrero de 2008, Kibaki y Odinga alcanzaran un acuerdo para establecer un gobierno de coalición en el que el cargo de primer ministro (abolido desde 1964) sería para el líder del partido con mayor representación parlamentaria, en este caso, el Movimiento Democrático Naranja de Odinga, el cual se convirtió en jefe del gabinete el siguiente mes de abril.